Como demostró Schumpeter en su análisis del ciclo económico, el crecimiento económico y la innovación tienen una relación estrecha. Según el OCDE, la innovación da lugar a nuevas tecnologías y productos que ayudan a solucionar cuestiones globales como la salud o el medio ambiente. Además, el progreso tecnológico permite el aumento de la productividad y la creación de nuevas necesidades o apetencias de consumo, lo que conduce a un crecimiento económico. En este artículo, estudiaremos cual es la situación actual de España a nivel de la innovación y qué futuro le espera.

Los resultados del Global Innovation Index (GII) – una clasificación anual de los países según su capacidad de innovación y éxito – posiciona a España en el puesto 29, dos menos que en el 2015 y tres menos que en el 2013. Esta situación muestra una clara tendencia a la baja que sitúa la innovación del Estado por debajo de países como Malta, República Checa o Estonia.

Figura 1 – Global Innovation Index 2019 rankings

Este indicador mide un gran número de parámetros dentro de los que se pueden destacar el gasto en investigación y desarrollo, la colaboración entre universidad y empresa, los gastos en educación, la burocracia para crear una empresa, etc. España tiene una mala clasificación en varios de estos índices. Por ejemplo, parece bastante difícil empezar un business ya que se clasifica 69. El GII señala también que no hay mucha importación de productos de alta tecnología, lo que hace de este indicador una debilidad para el país (clasificado 74).

Figura 2 – Fragmento de la Tabla de indicadores de España para medir el GII

¿Por qué, a nivel de la innovación, la situación del país sigue deteriorándose?

Primero, constatamos que en España el 99,87 % de las compañías tienen entre 0 y 249 asalariados, según los datos proporcionados por el Ministerio de Empleo y Seguridad Social (MEySS). Son de tamaño pequeño y mediano, empresas a las que también se refiere como pymes. Este alto índice de pymes, es una de las causas por las que España no cuenta con los niveles de innovación. El tamaño empresarial, por ser reducido, perjudica a la inversión privada en I+D+i (Investigación, Desarrollo e innovación). Además, en comparación con otros países de la Unión Europea, España tiene retraso en cuanto al gasto público en I+D, consulte el gráfico siguiente.

Figura 3 – Gastos en I+D por pais, UNESCO Instituto de Estadisticas

Los círculos muestran los importes que los países gastan en I+D en Paridad de Poder Adquisitivo ($). Los países que se acercan de la derecha gastan más en términos de su PIB. Vemos que España se encuentra bastante lejos relativamente a Francia por ejemplo: 1.25% de su PIB contra 2.5%.

Luego, para explicar este desfase, podemos hablar de la historia del país. España tuvo tardía en el proceso de modernización. Desde finales del siglo XIX hasta la segunda mitad del siglo XX, el desarrollo industrial se caracterizó por un fuerte proteccionismo es decir con importante intervencionismo del Estado. Además, el contexto de los conflictos de la guerra civil ralentizaron aún más los procesos por la inestabilidad interior. Entonces, no se puede hablar de industrialización generalizada hasta mediados del siglo XX y eso por muchas razones. Dentro de estas citamos el menor impulso de la empresa en España en comparación con otros países europeos, la ausencia de instituciones financieras adecuadas o el bajo nivel de la tecnología y educación. La actual economía española es en parte herencia de su pasado.

El alto índice de pymes, la tardía industrialización y la falta de atención a la I+D+i son algunas de las causas por las que nuestro país no cuenta con los niveles de innovación. Y esto afecta a la economía global del país ya que las empresas innovadoras tienen un rendimiento económico significativamente mejor que las empresas no innovadoras.

Pero todos estos aspectos no implican la inexistencia de futuro para la innovación en el país. Por lo contrario, según Bpifrance, un banco de inversión francés, España es un terreno fértil para la innovación especialmente a nivel agrícola. Gracias a su consolidación como líder agrícola europeo, adaptándose a las limitaciones meteorológicas y geográficas, el país exporta masivamente y entonces apuesta por la innovación en este sector estratégico a nivel mundial. Por ejemplo, la startup española SmartRural une tecnología y agro para proponer servicios de Agricultura de Precisión. Son imágenes captadas por unos drones que permiten detectar en las parcelas los lugares que necesitan más agua, menos fertilizantes o detectar la aparición de enfermedades antes de que aparezcan a simple vista. Esta tecnología se ha convertido en un negocio muy prometedor para los empresarios españoles que ya están pensando en ofrecer sus servicios a agricultores de otros países como los de Sudamérica.

A esto se puede añadir que según cifras publicadas por el Instituto Nacional de Estadística (INE), el número de startups o empresas de nueva creación se ha visto incrementado en un 13,2% entre 2017 y 2018. Asimismo, no solo se constituyen más empresas que hace un año, también tienen mayor perspectivas de mercado ya que el 23% de las ‘startups’ en España está en fase de crecimiento o sea tres por cientos más que en el ejercicio pasado.

Al final, podemos decir que dado su papel en Europa, su población joven y su sólida base de PYMES, España se transforma poco a poco en un socio ideal para una cooperación tecnológica exitosa.

 

En conclusión, ahora entendemos en parte la situación de la innovación en España. Hemos visto que, incluso si al principio hubiéramos pensado que el país resultaba perjudicado por su historia, sigue siendo capaz de innovar. No obstante, para mejorarse, se necesitaría hacer unos cambios estructurales a nivel de la educación y del sistema financiero. Así se exigiría un traslado en las mentalidades y un esfuerzo más amplio por parte del Público y Privado. Por eso, podemos preguntarnos si estas transformaciones serían posibles sin que se hiciera de la inversión en I+D una prioridad política.

 

Un artículo de una estudiante en Licencia Economía y Gestión de la Universidad Paris-Dauphine en el campus de Madrid.

Las posiciones mantenidas en este articulo solo comprometen a su autor.